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¡ya va, un momento! ¿pero qué estoy tomando?

Vamos tarde.

No hay tiempo de comprar cotufas ni refrescos, apenas pudimos recoger las entradas desde la taquilla.  La película: King Kong de Peter Jackson.

Naomi Watts en peligro ante un tiranosaurio rex, pero oh, aparece Kong al rescate. Qué angustia. Empieza algo de acción, previsible, pero… qué, otro tiranosaurio, ay papá, así no era la original, no importa, la cosa se pone buena y… un tercer tiranoraurio. No. Ya la cosa se pone emocionante, vaya coreografia: Kong contra tres tiranosaurios y la pobre Naomi toda agitada cual hámster en manos de Elvira.

Uy, sigue la pelea, está emocionante, dale Kong, dale, no quito los ojos de la pantalla, los hielos de la bebida empiezan a dar vueltas en el vaso y se empieza a sentir ese sonido de cuando el pitillo ya no hace vacío y succiona puro aire y… ¡ya va, un momento! ¿pero qué estoy tomando? Hago memoria, pasamos de largo desde la taquilla a la sala, veníamos retrasados. ¡Coño, pero si no compramos bebida!

Maldita sea, me le tomé todo el nestea al tipo de al lado. Todavía tengo el vaso en la mano. Miro de reojo. El hombre todavía aparenta no haberse dado cuenta. Claro, si Kong está peleando con tres tiranosaurio rex en la pantalla.

¿Qué hago? Hacerme el loco es lo lógico. Mirando la pantalla todo el tiempo, bien reclinado hacia atrás, casi rompiendo el espaldar de la butaca, apoyo el codo en el apoyabrazos. Maldición, Kong mató a uno de los tiranosaurios, quedan dos.

Coloco el vaso sobre el apoyabrazo, todavía no logro llevarlo hasta el portavasos. Espero una oportunidad. Miro fijamente al frente, a la película. Ni siquiera sé si el tipo me está mirando, un poco de vista periférica y me da la impresión de que aparentemente no se ha dado cuenta. Mejor me decido porque Kong ya mató al otro tiranosaurio. Queda uno.

Con mucho cuidado, deslizo el vaso por el apoyabrazo hasta la punta, donde está en portavasos. Maldita sea, no cae, no calza. Ah, es que el portavasos tiene un reborde que sobresale, tendré que levantar apenitas el vaso para que caiga en el portavasos. Por qué me cuesta tanto, seguro que saqué ese vaso de ahí como si nada. Por eso es que dicen que la ignorancia es una bendición. No recuerdo haber levantado ese vaso de ahí. Quién sabe desde cuando tenía ese vaso en la mano, maldita pelea de Kong contra tres tiranosaurios, me distrajo todo. Hey, mejor dejo de divagar con la mente que ya está Kong por matar al último dinosaurio. Levanto el vaso y zas lo calzo en el portavasos.

Kong mató al último tiranosaurio.

Me sigo haciendo el loco, miro fijamente la película, más nada, recostado contra el espaldar de la butaca, a la expectativa. ¿Se dio cuenta el hombre? ¿sentirá el vaso liviano? o peor: ¿vacío? ¿Me estará mirando? ¿Me dirá algo?

Nada.

Jajajajas para mis adentros. Refresco gratis. Me robé un refresco, literalmente. Me inclino hacia el otro lado, donde está mi cita, a la que llamaré por el nombre falso de María para proteger la identidad de Olga. María, me he tomado sin darme cuenta el refresco del hombre de al lado. María se ha desternillado de risa.

Calla María, que se van a dar cuenta de que fui yo.

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