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haga su cola donde le dé la gana. No nos llame, nosotros le llamaremos

Hoy me tocó ir al banco. Nuevamente. Si me sigues en twitter, te darás cuenta por mi timeline desde las 2.55 hasta las 4.30 de la tarde. Todo ese tiempo. Y eso que tenía ya rato en el banco antes de empezar a twittear.
El asunto fue el siguiente:

Tardé una eternidad para la cantidad de gente que tenía por delante.

Verán, la situación es así: uno llega al banco y se dirige a un dispensador de números automatizados (previa cola), con pantalla táctil y toda esa parafernalia ique moderna. Uno se consigue con varias opciones: clientes (hay que tener la tarjeta), no clientes, preferencial, etc; y luego un submenú para que si operaciones de taquilla, solictud de chequeras, atención al cliente, créditos, etc. Te imprime un ticket con un número, tal como recibo de telecajero. Es todo. Así de fácil.

El sistema prácticamente te dice: tenga un número, busque cualquier sitio por ahí y espere a que le llamemos (mediante una pantalla que muestra los números). Yo me fui a recostar de una pared al lado de la garita de seguridad. Ni sentarme podía porque las cuatro sillas estaban ocupadas.

Mi número era el 3114, (ya no lo olvido) y me pareció ver en la pantalla que iban por el 3090, que en número bancario para ser un martes empezando la tarde, es tolerable.

Empieza la tortura.

Cuando dije que «me pareció ver» en la pantalla, me refiero a que la pantalla mostraba una línea; un número una separación y el número de la taquilla. Al momento de marcar un nuevo número, se distingue un sonido para llamar la atención del usuario, el número de ticket y el número de taquilla parpadean un rato para luego quedar fijas en la pantalla, por unos segundos, y luego alterna entre los otros números que están siendo atendidos en las otras taquillas. Los números no siempre llevan la misma secuencia y eso confunde. Por eso lo de «me pareció ver».

La distinta secuencia numérica se debe a las distintas opciones que se ofrecen en la máquina dispensadora de tickets. De esa manera, el sistema puede «priorizar» en función de que si eres cliente o no, de que si eres de la tercera edad o estás «embarazado», de que si vas a solicitar atención personalizada con promotores o si vas a hacer una operación regular de taquilla, y obviamente, según una secuencia en función de orden de llegada (o de orden de solicitud ante la máquina dispensadora, porque cuando llegué no la vi y el que llegó después de mí la vio primero). Mi caso es el de no cliente, operación de taquilla. El de menor prioridad, así haya llegado a tiempo para sostenerle el candado al vigilante mientras abre las puertas de la agencia.

Uno no sabe realmente como el sistema «prioriza» las solicitudes. Y mucho menos sabe el tipo de solicitud de cada persona que está ahí en el banco, esparcidos, errantes, mirando para cualquier lado. Todas esas combinaciones posibles tienen que distribuirse entre tres (sí, tres malditas) taquillas. Así que números de otra secuencia tendrán que pasar antes dentro de la propia secuencia a la que pertenece tu número. Tu número podrá decir que tienes a 20 números por delante, pero pasarán a 100 personas por delante. Ojalá supieras en realidad a cuantas personas meten por delante de ti, pero no tienes ni puta idea.

Este sistema se vende como una solución a las colas, como si la cola, bien hecha, formados en orden como vayan llegando fuera el problema. El maldito problema es la maldita espera.

No más a la opresión de las colas, eres libre de deambular por la agencia. El coño de su madre. Así es como te meten gente por delante sin que te des cuenta.

Y para colmo, vuelvo a la pantalla. Una línea, como cinco o seis tipos de secuencias numéricas, cuya información se alterna en la pantalla. Tienes que ver toda la secuencia y acordarte del principio para darte cuenta de que diste una vuelta en la información. La gente habla y a veces no puedes oír el aviso sonoro. Secuencias similares y que parecían tomarse al azar, de paso. Yo tenía que seguir la secuencia que iba por el número 3092 y había también la 2092, y el parpadeo, el paso sucesivo de números me hacían dudar: ¿mi número es el 2114 o el 3114? y tenía que volver a mirar el papelito. Y con cada parpadeo y vuelta de los números de la pantalla, se me reseteaba la memoria y me preguntaba: ¿mi número es el 2114 o el 3114? y tenía que volver a mirar el papelito. Y con cada parpadeo y vuelta de los números de la pantalla, se me reseteaba la memoria y me preguntaba: ¿mi número es el 2114 o el 3114? y tenía que volver a mirar el papelito. Y con cada parpadeo y vuelta de los números de la pantalla, se me reseteaba la memoria y me preguntaba:… y así caía en un bucle infinito.

Supongamos por un momento que el sistema de numeración automatizado se mantiene, pero que todos tienen que formarse uno detrás de otro, una cola pues:

Llegas y hay como 20 personas formaditas. Preguntas -¿disculpe, es el penúltimo de la cola? -¿ah, qué.. sí? -gracias, yo soy el último entonces-. Y te formas en tu cola. Puedes ver cuantos tienes por delante entre tú y la taquilla. Puedes mirar a donde quieras, no un puto monitor.

Pero empieza a llegar más gente. Un acomodador empieza a preguntarles que si son clientes. «Sí soy», dice uno y enseña la tarjeta. Métase por aquí, y a mitad de fila hacia atrás les dice: Hagan espacio para que este hombre se meta aquí, que es cliente. LLega otro. «Yo vengo a aperturar una cuenta». Échense para atrás que este hombre hay que insertarlo aquí casi llegando. Llega un viejito, cliente y a solicitar una chequera. Otra vez a caminar para atrás para que se meta. Y así sucesivamente.

Es una putada, lo sé. Pero al menos ves la gente que queda entre la taquilla y tú. Así que peor no es.

Llevo la impaciencia escrita en la frente. En mi trabajo tengo que dar fechas. Los clientes no se conforman con un «mañana o pasado mañana». O es mañana o es pasado mañana. Nada de fechas ambiguas. Y me molesta cuando putean mi tiempo sin necesidad.

Yo no tengo cuenta en ese banco. Eso me clasifica como no cliente. Pero el socio que necesitaba que yo cobrara el cheque, sí lo es. Trabajamos juntos, es nuestro tiempo, mi tiempo, y no es justo que por no poseer una cuenta ahí, mi tiempo valga menos. Vale igual que el de cualquiera. Si los de mi caso tienen que hacer una cola aparte, yo la hago, pero que no me vayan corriendo hacia atrás en mi turno.

Cuando llegué, había poca gente. Luego mucha. Y cuando me atendieron en taquilla por fin, quedaba poca otra vez. No es justo. Perdí la tarde sin necesidad. Mañana tengo que rendir doble para poder llevar un material a una escuela que estamos renovando. Bien lejos por cierto.

Ese sistema automatizado es una tortura literalmente.

PD: no dejé la cédula en casa.

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más criollo que querer colearse

En mi post anterior toqué el asunto de la cola en el banco. Me puse entonces a pensar sobre las colas, filas, formaciones o cómo sea que las conozcan. A nadie le gustan, les produce dolor según qué tan largas les parezcan.  Tengo un dicho: <<más criollo que querer colearse>>. Parece todo un ejercicio de creatividad el tratar de burlarlas. Las hay en el banco, en el tráfico, en el cine, en una oficina de gobierno, en el comedor, donde sea que necesites algo te tienes que formar en una cola. Sin embargo, las colas nos diferencian del resto de los animales: los humanos no tienen y los monos sí… ya va, esperen, no, no, ese es otro contexto… me refieron a que nos diferencia de otros animales en cuanto a organización. Los únicos animales que van formaditos en colas son los que van entrando al matadero, y las hormigas siguen un rastro químico que marca una ruta. No están esperando turno para entrar al hormiguero.

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señor, por favor termine de pasar. Es su turno

Heme aquí, de nuevo en el banco. Haciendo mi cola. Qué lento avanza. Da tiempo de pensar, no es necesario desesperarse. Siempre me da la impresión de que a mí me toma menos de un minuto ser atendido en la taquilla mientras a los demás por delante de mí les toma, no sé, una eternidad a cada uno. Miro a ver si identifico a algún conocido. ¿Para qué? Igual no le voy a pedir que me cuele. Trato de imaginarme como colearme. Veo la taquilla preferencial, miro su cartel: la figurita en silla de ruedas, la figurita de una mujer embarazada y un bastón. Inválidos, pienso. Podría hacerme el ciego, pero es más difícil de lo que la gente se imagina. La imagen de una mujer embarazada. No soy mujer. Paso. Un bastón. Sé que la imagen del bastón es para indicar que en esa taquilla atienden a gente de la tercera edad. Todavía no los aparento, pero pienso, quizá haya un vacío a la interpretación, si me presento con un bastón, puedo demandar se me permita usar la taquilla preferencial, ustedes saben, alegando la interpretación literal del cartel. Pero no traje ni un paraguas, quizá para la próxima traigo un bastón y hago una escena a lo doctor house. Sigo mirando el banco buscando formas de burlar la cola. Si lo asaltan hoy, seguramente un comando swat irrumpirá donde yo esté, por sospecha de ser cómplice si ven los videos de seguridad. Veo a las cajeras. Son feas. No me animan a cortejarlas. Preferiría hacer mi cola. ¿Ser amigo del gerente? Seguramente me costaría más que el dinero que vengo a depositar. Miro a una abuelita. ¿Y si me aprovecho y le pido el favor? No, lo pensé mucho. Ya atendieron a la doñita. Pasar por un mensajero motorizado. Tengo casco, pero no lo traje conmigo y tendría que dejar mi efectivo y el comprobante de depósito con la cajera para recogerlo luego. Lo otro que podría hacer es… me dan palmaditas en la espalda: Señor, por favor termine de pasar. Es su turno, me dicen.

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en la cola del banco

tedigoque ir a un banco me aburre totalmente, pobres de los que trabajan en uno.

El otro día, una señora mayor me busca conversación. Empieza por decirme que hoy en día la gente está mas gorda. Yo le opino que es que la tecnología nos ha brindados tantas comodidades que ya nadie quiere ni siquiera subir una escalera a pié, que hasta el entretenimiento es estar mirando todo el día la pantalla del celular o un monitor.

Y se nombró el Internet.

Y la señora me sale con que el Internet es un foco de pornografía (no lo niego), para luego decirme que descubrió a su nieto de 14 años masturbándose frente a un monitor de pc viendo pornografía (ojalá sea porno corriente y no los Jonas Brothers).

Me incomodó. No el tema de la pornografía, si no el hecho de que ahí delante de todo el mundo, la señora seguía dando detalles (a mi) de como su nietecito tenía la «pinga parada» y se la «jamaqueaba» y que cuando ella le gritó, el chamín pegó un grito.

Claro que yo no respondía para no darle largas a la conversación. Gracias a quien sea llamaron a mi número y pude excusarme y zafarme.

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